viernes, 19 de abril de 2013

Soy lo que siento, siento el periodismo.

 Da miedo mirar al futuro. Da miedo, en los tiempos que corren hacerse ilusiones por alcanzar la cima.

Muchas veces me acuesto pensando en cómo seré dentro de unos años, si todo el esfuerzo de hoy será recompensado mañana; qué haré; a qué me dedicaré… imagino cómo me gustaría que fuera mi vida, pero al levantarme por la mañana y leer los periódicos, todo ese sin fin de fantasías se queda en eso, en fantasías que se dispersan igual que un globo de helio se pierde por el cielo. Me siento como uno de esos globos: por un momento estoy en la mano de un crío coloradote, feliz y sonriente, pero al momento, dejo su extremidad para adentrarme en un viaje que no sé cómo acabará ni dónde me llevará.

Cuando era pequeña me solían preguntar eso de “qué quieres ser de mayor” mi respuesta siempre era la misma “seré actriz o periodista.” La primera opción, como es obvio, la descarté, la segunda es la que puse en marcha hace ya unos años.
Cuando tomé la decisión, “seré periodista”, muchos me preguntaban el porqué de esa absurda determinación tal y como está hoy en día el gremio, “quiero contar y no que me cuenten. Me da igual cómo esté la profesión. Seré periodista, llegaré lejos y punto.” Mi gran respuesta esperanzadora y llena de ilusión, con ganas de comerme el mundo y sin dejar que el mundo me coma a mí.
Al empezar la carrera lees más en profundidad los periódicos, escuchas más la radio y le prestas más atención a los informativos televisados. Comparas unos, comparas otros, los analizas en profundidad y terminas llegando a la conclusión de que ningún medio o casi ninguno de ellos hace eso de informar, formar y entretener. A lo que se limitan es a servir a quienes les pagan, servir de medio propagandístico y hasta incluso intentan hundir empresas que, mejor o peor, prestan un servicio a la sociedad, y todo por el simple y mero hecho de que alguno de los jefazos tiene “algo” paralelo que convierte a la empresa atacada en su competencia directa.
Pese a esto, sigues teniendo la ilusión de que algún día te paguen por hacer lo que realmente te gusta: contar y no que me cuenten.

Todo se desmorona cuando lees, escuchas y ves que un medio de comunicación ha cerrado y que tantos periodistas que llevaban más de 20 años en la empresa pasan a aumentar esa cifra que tanto miedo da conocer a principios de mes.


¿Se está dejando de respetar el periodismo?

Muchos de los profesores que me imparten clase y que tienen experiencia en el sector, dicen que el periodismo ya no es lo que era, que ahora no importa informar con rigurosidad, que ahora no importa la credibilidad, que ahora lo que importa es ser líderes. Si el periodismo consiste en eso que he mencionado antes de informar, formar y entretener, ¿de qué sirve ser líderes si eso no se cumple? Hace unos días, con el tema del Madrid Arena, escuché en una emisora de radio, en una emisora líder, que una de las chicas hospitalizadas había fallecido. La joven murió tres o cuatro días más tarde.

¿La culpa de perder el respeto al periodismo la tienen los medios, los periodistas o quizá los que elegimos cómo, cuándo, qué, dónde y cómo informarnos?
Hace unos meses hubo una marcha con el lema “sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia.” Sin periodistas, y remarco lo de sin periodistas, porque me parece que esta es una profesión cargada de intrusismo. ¿Qué quiero decir con esto? Muchos de los que se hacen llamar periodistas no lo son. En mi opinión, en mi humilde opinión creo que un periodista es aquel que ha pasado cinco años de su vida en una universidad y tiene un papel que corrobora ser licenciado o licenciada. Para mí eso es la base de aquella persona que ejerce la profesión periodística, amén de que sea una eminencia una vez pasados esos años de formación. Lo demás puede llamarse como se quiera, comunicador, intruso profesional o lo que a cada cual le venga en gana.

Otro de los grandes atentados contra el periodismo y que creo que la culpa reside en nuestra elección a la hora de elegir los contenidos que, especialmente, queremos ver en televisión, es el llamado periodismo rosa o periodismo del corazón. No me refiero a aquel que se ocupa de “informar” de que tal cantante dio un concierto en tal sitio y acudió su amada esposa o su amado novio. No. Me refiero a esa clase de programas televisivos que se lucran de las miserias de esos que se hacen llamar “famosos”, es decir, aquellos que son hijos de, sobrinas de, cuñadas de, hermanos de, o simplemente su cara es conocida por aparecer en un reality show o por haber tenido una aventura con un torero o con un cantante, y fruto de ese encuentro amoroso nació un pobre ser indefenso que también es tema de conversación en las tertulias de gente inculta, analfabeta e ignorante que dicen y creen tener “fuentes fiables”, refiriéndose así a un mensaje de texto enviado por la portera cotilla del cantante, actor, torero o mísero ser vivo sin oficio ni beneficio.

En definitiva, esa clase de programas, que la gente cree que son periodísticos, se encuentran dentro de eso que llamamos líderes.

Algo que me parece dañino, a la vez que beneficioso para esta comunidad periodística, son las redes sociales. Pero no quiero adentrarme en ese mundo porque me da para escribir otro extenso post y ya que hago poco uso de blog, aprovecho para dentro de, sabe Dios cuando, escribir de nuevo.





No sé dónde estaré mañana, no sé a dónde me llevará esto, ni si quiera sé si valgo o no para lo que un día decidí que fuera lo que me dé de comer en un futuro. Sólo sé que el periodismo está muriendo poco a poco y no hacemos nada para evitarlo.

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